
No me recuerdo mal hablada, en realidad, no me ayudaba el entorno. Una vez ligué tremenda cachetada cuando, sin conocer el resto de la frase, le dije a mi mamá que parecía “la gata de doña Flora” (cuando se la meten grita, cuando se la sacan llora).
No se puede nombrar lo que no se conoce y ¿cómo llegué a conocer ciertas palabras?
En mi juventud no había computadoras personales (¡¡y mucho menos Internet!!)
Ahora, pongo “malas palabras” en Google y aparecen 676.000 páginas en español (y este blog entre ellas). Lo mismo pasa si busco groserías (506.000), palabras malsonantes (267.000) o lisuras (24.200).
He encontrado diccionarios de los más variados orígenes (chilenos, colombianos, peruanos, mejicanos), lo que resulta muy útil porque, como leí por ahí, “para ofenderse y ofender, es necesario hablar el mismo idioma”.
Estoy tapada de información pero divertida, como aquel niñito del cuento que bajo una pila de mierda buscaba el pony.
1 comentario:
Parecería ser nada más que una broma. Pero sería muy interesante la palabra de un Médico, sobre Coprolalia. ¡Opine, Doctor!
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