Ayer murió Fernando Peña. Las notas necrológicas, tanto radiales como gráficas, insisten repetidamente en que era un provocador.
¡Y doy fe de que lo era! En dos ocasiones logró sacudirme inesperadamente.
La primera vez fue hace tres años, cuando estaba pasando un mal momento en mi trabajo: ya había arreglado mi retiro y los meses que faltaban para efectivizarlo se me hacían de goma. Estaba deprimida y desmotivada. Un domingo a la mañana, Rolando Hanglin le dio aire en su programa a Milagros López, una señora mayor que había sido azafata y daba consejos de vida. Con su chévere y entusiasmo contagioso, logró que el lunes fuera a la oficina con flores y dejara de lado mi caraculismo. Le dije a quien quería oirme que eso lo había logrado Milagros. Por supuesto que mis compañeras más jóvenes se mataron de risa y me explicaron que había caído en las redes de Fernando Peña. Esto no hizo mella en mi cambio y logró que me interesara en un personaje del que hasta el momento sólo conocía el nombre.
De ahí en más leí sus notas en el diario Crítica de la Argentina, las que me shockeaban y me gustaban a la vez. Días pasados compré "Gracias por volar conmigo" y me enternecí con sus cuentos de la infancia y me reí con sus travesuras de joven asistente de vuelo.
Justo estaba leyendo una anécdota sobre turbulencias y su miedo a morir cuando me enteré de que se había ido.
La segunda vez fue hoy. Este blog lleva parado más de un año y no lograba juntar fuerzas para recomenzarlo. De golpe pensé: qué homenaje mejor le puedo hacer que postear en "Las malas palabras". Y aquí estoy, aceptando su provocación y reiniciando un proyecto que espero me lleve a completar la tesina.
Me queda una asignatura pendiente: nunca me animé a ir a verlo al teatro; tenía miedo de sus exabruptos y ahora es demasiado tarde.
Gracias Fernando por haber sido un provocador.
PD: ¿Es casualidad que le haya dado vida a este blog cuando moría Roberto Fontanarrosa y lo reavive con la muerte de Fernando Peña?
¡Y doy fe de que lo era! En dos ocasiones logró sacudirme inesperadamente.
La primera vez fue hace tres años, cuando estaba pasando un mal momento en mi trabajo: ya había arreglado mi retiro y los meses que faltaban para efectivizarlo se me hacían de goma. Estaba deprimida y desmotivada. Un domingo a la mañana, Rolando Hanglin le dio aire en su programa a Milagros López, una señora mayor que había sido azafata y daba consejos de vida. Con su chévere y entusiasmo contagioso, logró que el lunes fuera a la oficina con flores y dejara de lado mi caraculismo. Le dije a quien quería oirme que eso lo había logrado Milagros. Por supuesto que mis compañeras más jóvenes se mataron de risa y me explicaron que había caído en las redes de Fernando Peña. Esto no hizo mella en mi cambio y logró que me interesara en un personaje del que hasta el momento sólo conocía el nombre.
De ahí en más leí sus notas en el diario Crítica de la Argentina, las que me shockeaban y me gustaban a la vez. Días pasados compré "Gracias por volar conmigo" y me enternecí con sus cuentos de la infancia y me reí con sus travesuras de joven asistente de vuelo.
Justo estaba leyendo una anécdota sobre turbulencias y su miedo a morir cuando me enteré de que se había ido.
La segunda vez fue hoy. Este blog lleva parado más de un año y no lograba juntar fuerzas para recomenzarlo. De golpe pensé: qué homenaje mejor le puedo hacer que postear en "Las malas palabras". Y aquí estoy, aceptando su provocación y reiniciando un proyecto que espero me lleve a completar la tesina.
Me queda una asignatura pendiente: nunca me animé a ir a verlo al teatro; tenía miedo de sus exabruptos y ahora es demasiado tarde.
Gracias Fernando por haber sido un provocador.
PD: ¿Es casualidad que le haya dado vida a este blog cuando moría Roberto Fontanarrosa y lo reavive con la muerte de Fernando Peña?